Por Rubens Alexander Magdaniel Pavón
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Rubens Alexander Magdaniel Pavón |
Al Carajo mandamos 18 días de puntadas, pagamos el dia de trabajo de una Tejedora Wayuu a $1700, y tiramos por la borda una tradición ancestral.
No nos preguntamos ¿Qué comen los niños en las rancherías?...¿De que viven muchas comunidades Wayuu?...¿Que hacen cientos de madres para sostener sus hogares?
¡Tejer!...
SI...Pasan 18 y 20 días elaborando una intrincada mochila, tres meses tejiendo un complejo chinchorro, con lo obtenido de esa artesanía ellas se aprovisionan de maíz, arroz, café, azúcar, pan y otros alimentos.
¿Les alcanza? resulta imposible, por ello la precaria situación de nuestras comunidades Wayuu; la fotografía que usted observa en esta publicación es la realidad dura que se vive en las rancherías, niños esqueléticos, cabellos amarillos, ojos hundidos. ¿Culpas?. ¿Quien las tiene?

Nos toca tirarlas a la tiña, o repartirlas con equidad. Nuestra dirigencia, nuestras autoridades tradicionales, el Estado Colombiano y lea bien: "Usted también es propietario de esas culpas", cuando haciendo alarde del gran mercader subestima el trabajo de nuestras mujeres Wayuu.
¡Si! Usted cuando aprovechándose de la necesidad y la desesperación de una artesana por llevarle comida a sus hijos sucumbe ante tres billetes de diez mil pesos. Usted cuando dice burlona y peyorativamente, ¡Euuuu esa mochila ta bien cara, bajamela, te voy a dar 25, tu eres muy pechugona!
Suspenda un momento la lectura y observe la fotografía. ¿La miró?
Analícela, mire el entorno, el endeble cuerpecito, las medidas de sus brazos traducen algo: mala alimentación, carencia de alimentos nutritivos.
¡Usted puede ayudar! Olvidémonos por un momento del Bienestar Familiar, ignoremos al Gobierno Departamental. Comencemos a pagar a nuestras artesanas Wayuu el precio justo por su esforzado trabajo.
Asumamos una realidad. Lo que pagamos por una mochila es el insumo vital para la subsistencia de los hijos de la indígena que vende esa artesanía.
Observemos la fotografía y por favor no repitamos:
¡Qué mochila tan cara!
¡Usted puede ayudar! Olvidémonos por un momento del Bienestar Familiar, ignoremos al Gobierno Departamental. Comencemos a pagar a nuestras artesanas Wayuu el precio justo por su esforzado trabajo.
Asumamos una realidad. Lo que pagamos por una mochila es el insumo vital para la subsistencia de los hijos de la indígena que vende esa artesanía.
Observemos la fotografía y por favor no repitamos:
¡Qué mochila tan cara!
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