La muerte de Kasandra, la pequeña indígena Wayuu... ¡Una injusticia más!


Después de varios días sin recibir la atención que necesitaba, porque no estaba inscrita en el Registro Civil, la enfermera del hospital donde se encontraba, llamó para informarnos que lamentablemente Kasandra había fallecido. ¡Su cuerpo no había soportado más!


Por Víctor Augusto Castellanos Rueda


https://lanochedelarcoiris.blogspot.com/La muerte de Kasandra, la pequeña indígena Wayuu...  ¡Una injusticia más!
Fotografía: semana.com


Hace un par de días, durante la emisión de Noticias Caracol, escuchamos con
atención un reportaje sobre la atención prioritaria, ofrecida a la población Wayuu, en
La Guajira. 

De acuerdo con el informe, el ICBF presentó un recuento de su labor en la zona, palabras más, palabras menos, concluyeron que, a pesar de la ayuda gubernamental, la población Wayuu es la gran responsable de sus problemas, porque -en muchas ocasiones- se niegan a aceptar el traslado de los enfermos a un hospital. La titular del Instituto señaló que dicha aptitud entorpece su labor en la zona.
 
Por tanto, hemos querido contarles la historia de Kasandra, una niña de dos años de
edad, una de las tantas historias que a diario ocurren en la Guajira, a la vista de las
instituciones oficiales, con la indiferencia que ha caracterizado la presencia del
Estado en esta zona del país. ¿Por qué mienten sin pudor en cadena nacional? claro, están respaldados por los medios de comunicación que repiten la misma historia, con la esperanza de hacerlo pasar por la verdad, cuando bien saben que no corresponde a la realidad, que nuevamente irrespetan a la comunidad, la excluyen y encima, la culpan de su tragedia.

Desde hace tres años hacemos presencia en La Guajira, en específico, trabajamos con la población 'Tres de Abril', perteneciente a la comunidad Wayuu. Desde entonces, hemos conocido de primera mano la realidad de su diario vivir, hemos visto los estragos de la desnutrición, el dolor que produce el abandono estatal, el daño que hace la corrupción y, sobre todo, hemos conocido muchas historia sobre la desnutrición infantil. 

No en vano, hemos concentrado esfuerzos por aminorar tan enorme tragedia. Una mañana de viernes, a eso de las 9:00 de la mañana, recibimos una llamada. En esta ocasión, nos pedían ayuda para ir hasta Maicao a averiguar sobre una madre Wayuu uribiera y su hija Kasandra, ambas trasladadas al hospital de Maicao en la Guajira, con
complicaciones severas de salud.

Según nos informaron, ya habían transcurrido 11 días desde su traslado, poco se sabía del estado en que se encontraban, por ello, decidimos viajar a averiguar. Maicao está a 40 minutos de Uribia, un trayecto donde se paga peaje de ida y vuelta si vas en carro particular o de 15 a 20 mil pesos, si es en transporte público. 


Al llegar al hospital comenzamos la búsqueda de la madre y su hija Kasandra, después de tanto preguntar nos informaron que se encontraban en Urgencias, es decir, ellas completaban 11 días en el área de Urgencias, sin recibir la atención debida.
 

Ante la situación, indagamos cuál era la razón que las mantenía en aquella sala. El personal del hospital informó que la niña, con un grave cuadro de desnutrición y bronconeumonía, no había podido ser llevada a la UCI (Unidad de Cuidados Intensivos), porque no estaba registrada, no contaba con el registro civil, y en consecuencia, el médico tratante no procedía a emitir la orden, porque por niño como Kasandra, al no estar registrados, tanto el médico como la institución de salud, no pueden cobrar por los servicios prestados. 

Es decir, Kasandra en su estado agonizante, no había recibido la debida atención pública porque no contaba con una identificación. Era tan absurdo como inhumano, condicionar la atención solo si se presentaba un documento.
 
En vista de la situación, y siendo el mediodía, comenzamos a tratar de solucionar. Dos cosas eran urgentes, tramitar el registro civil de Kasandra y alimentar a la mamá. Con el dinero que llevábamos decidimos comprarle un almuerzo, una comida a una persona que llevaba seis días sin comer, -sí, ha leído bien, la madre de Kasandra-, completaba seis días sin comida, porque no tenía dinero para comprar alimento alguno.

Sumado a esto y entre lágrimas, nos cuenta que teme por la vida de sus otros tres
hijos, a quienes dejó sin comida, sin agua, sin protección en su casa, porque ella no
se imaginó que, al llegar al hospital de Uribia las fueran a trasladar a Maicao. No pudo prever tal situación, por tanto, no había logrado dejarle algo a sus pequeños.

Pero esto no era todo, en lengua Wayuunaiki, la madre le explica a mi compañera
que en el hospital le informaron que en las horas de la tarde iba a tener que desalojar
el lugar, porque ya no tenían espacio para albergarla. 


No hay palabras para explicar nuestro dolor, como seres humanos nos duele profundamente el desamparo en que se encuentran madres e hijas Wayuu, porque ellas son las únicas que sufren a diario.

Lo que para un funcionario resulta tan simple decir “váyase para su casa”, para una
indígena Wayuu sin dinero representa toda una odisea. La madre no se había podido regresar porque no tenía dinero para los pasajes, por esta razón no tenemos miedo a decir que, para un ser humano con ciertos privilegios es fácil acabar con el indefenso que ayudar a conseguir una solución.

Las palabras de la directora del ICBF duelen, porque no corresponden a la realidad. Es preocupante, insultante, escucharla hablar en televisión nacional que las madres son responsables de la muerte de sus hijos. Sin tratar de entender una realidad que está ante sus ojos, un escenario imposible de ocultar.

Entonces, ¿qué hicimos?, cuando ya eran las 2:00 de la tarde, pudimos, por fin, hablar
con el médico tratante. Estaba un poco prevenido, porque sabía que somos de una
Fundación.

Nos contó lo que ya conocíamos. Era “imposible” trasladar a la UCI a Kasandra porque no tenía registro civil, ante esto, las enfermeras nos informaron la necesidad de llevar a la niña ante un notario o un registrador. 

¿Cuál era la solución? Tratar por todos los medios de conseguir un registrador para emitir dicho documento. Después de muchas llamadas, de preguntar aquí y allá, logramos comunicarnos con una persona que dijo ser parte de un equipo del ICBF Maicao, pero como ya eran las 5:oo de la tarde, no había posibilidad de llevar a cabo el registro ese día. Nos dicen que debemos esperar hasta el siguiente día que nos atendieran, para llevar a cabo la diligencia.

Pueden ustedes pensar qué más daban una horas, debíamos esperar, pero la grave situación de Kasandra no aguantaba ni unas horas. Aún así, sólo quedaba esperar en medio de la impotencia, y del dolor porque nadie entiende.


El sistema no entiende, los seres humanos ejecutores del sistema no entienden, ya no hay
corazón. Los funcionarios se culpan unos a otros, cuando hablamos con la gente del ICBF nos dijeron que, en estos casos, era el hospital quien debía llamarlos, si después de haber recibido la niña habían pasado tres días sin solucionar.
 
Así las cosas, compramos ropa interior para la madre de Kasandra, pues ya no contaba con ropa limpia. Le dejamos dinero, pañitos húmedos, pañales y le explicamos el procedimiento que habríamos de realizar al siguiente día. 

Tristes y abrumados por la impotencia, regresamos a Uribia con el objetivo de madrugar a
Maicao a registrar a Kasandra. Por fortuna nosotros contamos con trasporte para movilizarnos.

Llegamos a la Casa Cural de Uribia, allí nos brindaron hospedaje, gracias a la solidaridad y apoyo del cura párroco.

Entre lágrimas y dolor, recibimos una llamada a las 11:00 de la noche. Era la enfermera del
hospital, que llamaba para informarnos que lamentablemente Kasandra había fallecido. Su cuerpo no había soportado más. Nos solicitaba llevar un cofre o un ataúd, para poder retirar el cuerpo de la niña del hospital, de otra manera no la podían entregar.

Es imposible no revivir aquel dolor, el pecho oprimido, la frustración de no haber
logrado traerla con vida, de ver una víctima más que muere por desnutrición, porque no hay un plato de comida, un pan, unas condiciones mínimas de subsistencia.

Éramos conscientes de la gravedad de Kasandra, pero nunca se pierde la esperanza de lograr vencer la adversidad. Con ayuda del cura párroco, salimos a la medianoche en búsqueda de un cofre.

Por fin, conseguimos a una señora que a esa hora nos vendió uno. Para comprarlo tuvimos que reunir entre varias personas, hacer una colecta porque no teníamos el dinero suficiente.

Con el ataúd en mano regresamos al hospital. Allí estaba la madre de Kasandra. Juntos nos dirigimos al celador quien nos informó que la niña estaba en la morgue, ubicada en la parte trasera del hospital, un lugar feo, frío, sucio de escombros de construcción. Gracias al celador, entramos a la morgue, entre la madre y yo pusimos a Kasandra en el cofre y la llevamos hasta la camioneta. 

Así, con la niña muerta, el corazón destrozado, el sufrimiento de una madre, el desconsuelo por la injusticia, la rabia por un hospital que ofreció un trato inhumano a madre e hija, con la carga de quien no entiende por qué sucede y sucede lo mismo, una y otra vez. 


No logramos entenderlo porque nos negamos a aceptar que esa es la vida, que no hay posibilidad de cambiarla cuando sabemos que sí, que con amor y paciencia se logra, que un
plato de comida no solo alimenta el cuerpo, alimenta el corazón, da esperanzas, brinda un día más de vida. 

Podríamos cuestionar porqué razón el médico no cede ante la urgencia de salvar la vida, por qué el trámite no se puede realizar en otro momento, por qué condicionar la vida por un papel. ¡Inaceptable!

 
Por fin, llegamos de vuelta a Uribia, nos dirigimos al rancho de la madre de Kasandra, donde las dejamos a las dos. Acordamos que al día siguiente le ayudaríamos con el entierro, no la íbamos a dejar sola.


Este testimonio lo doy porque un funcionario se presenta ante el país con cifras, con estadísticas de sus supuestos logros, como si quienes vivimos aquella realidad no
supiéramos el dolor de la comunidad Wayuu. 


Por qué cuesta tanto pensar que una madre no deja morir a sus hijos porque sí, por qué si estos funcionarios saben las condiciones de vivir en Uribia no dicen que una madre Wayuu debe recorrer inmensas distancias a pie, bajo el inclemente sol del desierto, con hambre, sin agua, sin poder hallar una persona que las guíe, les indique los procedimientos, el papeleo, la diligencia. 


Las madres no saben qué hacer, no tienen claro esos procedimientos burocráticos, requieren el acompañamiento, no el regaño, necesitan una guía, no condenas.

Ojalá, después de leer este testimonio dejen de ser jueces castigadores y actúen más como seres humanos solidarios, como hermanos.


Mi nombre es Víctor Augusto Castellanos Rueda, soy misionero católico junto con mi esposa Diana Katherine Ordúz Lizcano. 

Decidí contar está historia por que me duele ver a funcionarios dando entrevistas en noticias nacionales, culpando a las madres Wayuu de la muerte de sus hijos, cuando bien saben, que así no son las cosas. 


¡Una injusticia más!


https://lanochedelarcoiris.blogspot.com/La muerte de Kasandra, la pequeña indígena Wayuu...  ¡Una injusticia más!
Fotografía: laguajirahoy.com

Comentarios